miércoles, 11 de octubre de 2017

Cada ocho horas...

¿Qué puedo tomar si lo que me duele es el alma?...Duele, no sabes cuánto, duele la gente y la incomprensión...tu no sabes porque no muestro las palabras...no sabes porque mi lengua está en carne viva...nadie me ha enseñado este idioma...¿Cómo se cura el dolor del espíritu? ¿Alguna vez te ha dolido la vida?...a mí desde pequeña...desde que recuerdo...con lo más blandito de mi ser a la intemperie...¿cómo puedo sobrevivir a mí misma?...ya, demasiadas preguntas...ven, siéntate que te cuento como me despellejo cada vez que pones ojos de no entender nada...arrímate a mí despacito que te susurro al oído como tus besos son corrosivos...no digas nada, así está bien, shhhh...no confirmes con tus palabras lo que mi corazón teme. Detrás de mis mayores miedos están los milagros, a veces puedo verlos como me saludan con la manita. Mis sueños son una niña buscando a su madre mientras gira el tiovivo y por un segundo, dos, incluso tres, no logra verla...entonces su garganta es una bola abrasiva y quema como nunca...¿conoces esa sensación? la lava en el cuello que no cesa, el volcán que atraviesa a veces el corazón. Tengo miedo. Detrás de él está la magia. No me autoboicotearé más, lo juro, lo juro, lo juro...y lo vuelvo a hacer. Verdad es que soy imperfecta, pero lucho, ya no me quedo tumbada panza arriba...lucho y tu sigues sin tener respuestas que me alivien. Para el dolor, escribe al menos cada ocho horas...