domingo, 17 de enero de 2016

Las vías

Me desdoblo suavemente. Amapola desplegada a 48 frames por segundo. Seguiremos las vías a la velocidad del tren matutino. Va cargado de domingueras almas para visita familiar. Yo y mi clon caminamos con decisión, grandes zancadas, sudorcillo axilar agradable. Nos miramos, reconocemos las piedras, sorteamos. La respiración se agita, aumenta el ritmo, yo y mi alter ego, siempre en paralelo. Sincronizadas. Descansamos cuando la máquina advierte una estación solicitada. Llegamos a salir del lomo gris del extrarradio acompañadas del frío. La brisa nos revuelve las ropas y atempera nuestros ánimos. Ya estamos en la zona donde la bilis de ciudad no puede entrar. Aquí reina el olor del limonero y un rumor de agua en hilillos. El traqueteo se hace arrullo, silenciado selectivamente por nuestros oídos. Desacelerando. Es como mecerse. Reduciendo el pulso. Grandes son nuestros progresos. Livianas, sentimos cerca el fin del viaje. Hemos acompañado estas vías como en una peli de Miyazaki. La mecánica orgánica está en todo: caminos, casuchas, el bostezo de una gallina. Y ahora me miro como gemela. Somos dos como expliqué. Dejamos las vías. Algodones se nos posan en los párpados. Sabemos que hemos obrado un prodigio. Ha sido un viaje interior lleno de acontecimientos. El tren desaparece diciendo:...uhhhh uhhhhh tu sueño nunca miente.

La Rubiales en el espejo (MJE)
















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