viernes, 9 de septiembre de 2016

No ni ná


Está fresco el ocaso y yo ando por las ciénagas. Colarse el pie en el riachuelo, así calzado y todo...mojarse hasta más allá del calcetín. No quiero tus reproches, sólo es agua, se secará a su debido tiempo. Al borde del rio, la secuoya habladora. Me quiere arrullar por ver si me duermo un rato. Está llamándome desde su copa, tan lejana, parece una odisea llegar. Mis mocasines de charol, encima de calcetines negros de lana y chorreantes buscan cómo adaptarse al tronco. No parece que sea el calzado apropiado. Claro que sí, me agarraré con las uñas también, como hacen los felinos desde tiempos ancianos. Mitad del camino, veo unos escalones de mármol repartidos por el tronco caliente, mármol frío. Ayuda necesaria para escalar. Luz y oscuridad. Arriba estoy. Esta secuoya parece medir cien metros y el viento se agita y mueve mi acalorada y débil persona. Dónde hubo escalones hay una puerta de hierro forjado que dejando jugar sus visagras se sacude en un foxtrot. Que fuerza insólita contiene esta puerta. Qué ímpetu. Si quiero volar por encima de los bosques y llegar a donde la tierra no conoce nombres, he de tener valor. El valor de aferrarme a esta puerta como una garrapata loca y ser sacudida con ella una vez y otra, otra, otra más...En el  momento indicado soltarme para ser despedida y en ágil vuelo llegar a casa. Las voces que repetían "no podrás, no podrás" enmudecen. Y digo: "No ni ná..."

MJE (La Rubiales en el Espejo)














Obra de Esao Andrews































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